miércoles, 27 de febrero de 2013

Una vida.




Miro atrás, observo mi vida y no hay un solo momento en que no esté ahí, siendo parte de mí. La mayoría practica un deporte y eso marca su vida. Yo no sé cómo será hacer otro deporte con tanta intensidad, pero para mí no ha habido más desde que tengo memoria. Cada competición, desde la primera a la última, han marcado que sea quién soy. Quizás me gustaría cambiar algo de mi vida, pero, en cierto modo, he vivido las mayores alegrías y las peores tristezas debido a las piscinas. He alcanzado la gloria y lo he perdido todo en un segundo. He comprendido que la gente te juzga ganes o pierdas. Que si no te partes las piernas por conseguir tu objetivo nunca serás feliz. El dolor es algo que está en tu cabeza, puedo conseguir acabar hasta la peor prueba si tengo la total confianza en que lo conseguiré, quizás no sea la primera, pero con la natación he aprendido que no hace falta tener la mejor posición para ser ganador. He conocido el odio y la envidia, así como la verdadera amistad. Es todo muy relativo, nunca sabes dónde puedes estar mañana, sólo aprovecha tus momentos y vive todos los demás, sin importar que las cosas sean perfectas. A todos nos gustaría llegar a unos Juegos Olímpicos o un mundial, pero si, por circunstancias de la vida, no podemos bajar tiempo y no hacemos más que subir, sólo nos queda intentar ser felices con todo lo que hagamos. ¿Lágrimas? Han ocupado demasiadas veces mi cara, pero he aprendido que sólo se debe llorar por aquello que merezca la pena y, creedme, lo merecía.

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