Miro atrás, observo mi vida y no hay un solo momento en que
no esté ahí, siendo parte de mí. La mayoría practica un deporte y eso marca su
vida. Yo no sé cómo será hacer otro deporte con tanta intensidad, pero para mí
no ha habido más desde que tengo memoria. Cada competición, desde la primera a
la última, han marcado que sea quién soy. Quizás me gustaría cambiar algo de mi
vida, pero, en cierto modo, he vivido las mayores alegrías y las peores
tristezas debido a las piscinas. He alcanzado la gloria y lo he perdido todo en
un segundo. He comprendido que la gente te juzga ganes o pierdas. Que si no te
partes las piernas por conseguir tu objetivo nunca serás feliz. El dolor es
algo que está en tu cabeza, puedo conseguir acabar hasta la peor prueba si
tengo la total confianza en que lo conseguiré, quizás no sea la primera, pero
con la natación he aprendido que no hace falta tener la mejor posición para ser
ganador. He conocido el odio y la envidia, así como la verdadera amistad. Es
todo muy relativo, nunca sabes dónde puedes estar mañana, sólo aprovecha tus
momentos y vive todos los demás, sin importar que las cosas sean perfectas. A
todos nos gustaría llegar a unos Juegos Olímpicos o un mundial, pero si, por
circunstancias de la vida, no podemos bajar tiempo y no hacemos más que subir,
sólo nos queda intentar ser felices con todo lo que hagamos. ¿Lágrimas? Han
ocupado demasiadas veces mi cara, pero he aprendido que sólo se debe llorar por
aquello que merezca la pena y, creedme, lo merecía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario